Cabecera

Todo el mundo a la Lavanderia

jueves, 26 de noviembre de 2009

El Comeorejas

No es el pariente lejano del chupacabra, ni es el hermano secreto del abominable hombre de las nieves, ni tampoco el hijo bastardo del hombre del saco....
Nuestro protagonista de hoy, se encuentra entre nosotros pero no quiere hacernos daño, todo lo contrario...quiere aliviarnos. Y esa persona podrías ser tu.
Os pongo en situación:
Alguna vez os habrá pasado, que estáis en algún sitio y aparece alguien que no conocéis y de pronto se pone a expresar su opinión en publico y a viva voz.
Aparentemente, no habla con nadie, porque no hay nadie cerca y nadie le hace caso. Pero el sigue relatando.
Es entonces cuando, nuestro protagonista, el comeorejas, gira un poco la cabeza, hacia el individuo que hablaba solo.
Un giro casi imperceptible a ojos de nadie, pero no del tipo que hablaba solo, que interpreta ese gesto como que le estas escuchando.
Es entonces, cuando sin saberlo, te has convertido en el comeorejas del parlante.
Se acerca a ti, porque ya tiene un objetivo al que dirigir su relato, que ya se ha transformado en conversación. Y tu diras....conversación? pero si yo no le he hablado....No importa, porque le has mirado y eso para él, ya es que te interesa lo que dice.
Y ya no se conforma con hablar de lo que estaba hablando antes.....no, ahora ya, como ha conseguido tu oreja, te cuenta toda su vida, de donde es, en que curra, cuales fueron sus orígenes...
Tu, apresuras lo que estabas haciendo antes de que fueras su comeorejas, ya sea bebiéndote el café mas rápido o intentando decir que tienes que irte a otro sitio.
Ese error te cuesta caro, pues el monologuista nota que al moverte te acercas a él y pasa al siguiente paso de su plan, que es el contacto físico; ya sea dándote la mano, que luego no te resultara fácil zafarte de ella o poniéndote su mano sobre tu hombro.
Sea de una forma u otra, tras notar su mano sudorosa sobre la tuya o sobre tu hombro, el susodicho acaba diciéndote y dejándote marchar muy a su pesar, que para lo que necesites, tienes a un amigo ahí.
Tu tratas de huir del lugar a toda prisa, suplicando que el tipo no te siga y que no vuelvas a cruzarte con él.
Y ya en frío, te pones a pensar que ese supuesto amigo que tienes para lo que sea, no te ha dicho ni su nombre.
Ni falta que hace.

No hay comentarios:

Publicar un comentario