Todo
escritor tiene su liturgia, rito o manía a la hora de escribir. Bueno, yo no
soy escritor. Aunque si buscamos en el diccionario, como en efecto, he hecho,
escritor es, literalmente, el que escribe. Y por Tutatis que estoy escribiendo
no?
Mis
manías son simples. Un vaso de Coca-Cola y a veces, no en esta ocasión, algo
para picar.
Entonces
pones las manos sobre el teclado y la magia empieza a ocurrir, casi sin darte
cuenta:
Ibiza,
la Isla blanca. O así es conocida por su característica arquitectura de dicho
color. Debe su fama a la cultura hippie y las playas nudistas. Pero sobre todo,
en los últimos tiempos, a su extraordinaria vida nocturna.
Pues
hace escasos días yo he tenido la mala suerte de vivir una experiencia
inolvidable allí.
En
principio no parecía tener mala pinta el plan:
Montar en avión por primera vez.
Montar
una tienda de manera tranquilita
Zona de
playa
Buen
tiempo
No, la
verdad es que mal no pintaba la cosa.
Si
empiezo, como por otra parte debe ser, por el principio, montar en avión ha
sido una experiencia interesante y divertida para mí. Todo es como en las
películas: La terminal, la facturación de maletas, la puerta de embarque, el
panel de vuelos, el avión, los asientos…
Primero
pasar por el detector de metales, donde se nota que es la primera vez que lo
sufres, quitándote los zapatos cuando no debes o se te olvida quitarte ese
cinturón con la hebilla metálica. Y tras la espera a que llamen a los pasajeros
del vuelo, rumbo al avión.
Lo que
es el vuelo en sí, tiene unos puntos muy diferenciados:
En
primer lugar la larga espera hasta que el avión se pone en marcha y se
encarrila hasta la pista de despegue.
Luego
el avión empieza a coger velocidad y de pronto despega del suelo y sientes ese
cosquilleo cuando bajas una cuesta bajo deprisa.
Te
tiras un ratito con el avión ascendiendo, hasta que se pone totalmente
horizontal.
El
mejor momento del vuelo, mirándolo por la ventana es cuando te ves volar por
encima de las nubes y sobre todo, atravesar una de ellas. Es una experiencia
que no se puede, o al menos yo no puedo expresar con palabras. Increíble.
No
paras de mirar al suelo, esperando ver el mar por la ventana. Cuando llegamos a
la costa de Valencia, el capitán nos dice que vamos a empezar el aterrizaje.
Y te
quedas perplejo porque acabamos de entrar en el mar. Tan rápido vamos a llegar?
Pues si.
El
avión empieza a dar vueltas en círculos sobre el cielo de Ibiza. Cada vuelta
más cerca del suelo que la anterior. Cada vez viendo más detalles del suelo,
las carreteras, los coches, las personas…Como un videojuego que tarda en cargar
una pantalla jeje.
Un
suave movimiento provocado por una corriente de aire, hace que el avión se
mueva un poco. Nada grave, tranquilos, forma parte de la atracción. Aunque me acorde de cierta persona que tiene o tenía muchas ganas de montar en avión y este detalle le ha hecho replanteárselo. Aunque desde aquí la invito a que no se rinda y lo intente ;-).
Y de
repente las ruedas tocan suelo sintiendo como si un coche golpease el tuyo
levemente por detrás. En serio, nada preocupante. Tened en cuenta que es un
cambio de no tocar suelo a tocarlo en décimas de segundo. No esperaba nada más
suave la verdad.
El
avión va parando perdiendo poco a poco velocidad y el vuelo ha acabado.
Escasamente 50 minutos y ya estamos en Ibiza.
Un
autobús nos lleva a la terminal. Y descubres esas cintas transportadoras, donde
esperas a que por fin, salga en el bombo tu número de la lotería, tu maleta.
Alquiler
de un coche y a descubrir que clase de hotel/hostal/ pensión/apartamento/
albergue te ha tocado.
Pues el
peor posible. Un apartamento donde duermen todos los guiris borrachos de la
zona.
Todas las noches, cuando el cuerpo hacía chof, después de una jornada dura de trabajo, teníamos que aguantar las voces, gritos y golpes de los borrachos de turno cuya noche acababa de empezar.
Lo curioso de todo es que, justo cuando parecía que la cosa iría a peor, pues las discotecas habrían un día 18, fue la solución a todos nuestros problemas.
Nada como llevarse a los borrachos fuera del hotel y meterlos en un local a hacer ruido.
El tema del trabajo desarrollado allí ha sido otro gran caos, pero no me apetece hablar de curro en este blog.
Como nota final decir que si hay algo más aun por lo que será recordado este viaje es porque a la vuelta de 16 días en aquella isla, algún desgraciado, no tuvo otra idea que robar el coche de mi hermano, no se si con o sin guantes blancos...
Si, maldita la hora en la que salió el trabajo en Ibiza...